domingo, 2 de septiembre de 2012

A los heroes...

Mirame aquí, con mi implacable humanidad. Mirame, más allá de los ojos oscuros, sacame una verdad más de las que no sé decir. El ave vuela hoy sobre las grandes masas desesperadas. Y mientras mil voces me dicen que pertenecí a algún sitio, lágrimas caen de los ojos de los mendigos, los que sufren solos el frío de la noche. Siento morir las voces de los héroes en mi silencio, en mi indiferente comodidad hacia el mundo.

Los árboles, solo ellos hablan con la verdad del instante, pero que crueles son, que insoportable es la realidad. Ellos mueren, dejando semillas que el viento llevará en su seno hasta plantarse en la tierra. Los seres humanos no brotamos, solo miramos hacia otros horizontes, algunas veces inalcanzables, y cuando no lo son, el precio que hay que pagar para llegar son la cabeza de nuestros hermanos. ¿Cuales hermanos? Todos. El precio del triunfo es la cabeza de la humanidad entera. Una humanidad que cada uno viola, escupe y pisotea, con solo mero hecho de vivir bien, cuando tantos no lo hacen. He visto niños hambrientos sonreír, ancianos abandonados reirse a carcajadas, he visto a unos pocos dando la mano a quienes lo necesitan.
Esa es la fuerza del ser humano, una voluntad invencible. Una voluntad invencible cuando todo esta perdido, una voluntad invencible y solitaria, de las señoras que barren las calles, de las madres solitarias, de los padres dejados en el olvido. Los hombres, que soñaron con un nuevo amanecer, asesinados o apaleados por la sociedad...esa voluntad invencible que nos han robado con necesidad superfluas, con egoísmos fatales, con una concepción de amor que más que liberar encarcela.

Hoy, tal vez de manera inútil, le escribo a todos los seres que han estado solos, que han sufrido por una causa, a los torturados, a los creyentes, a los que están vivos, a los muertos.

Hoy le escribo, y sé bien que no soy nadie para hacerlo, a los mártires de nuestro progreso, a quienes su sangre fue derramada en el lodo para convertir esa mezcla en el asfalto de nuestra civilización descorazonada. Quisiera que me escuchasen Tupac Amaru, Jaime Garzón, Alfonsina Storni, Simon Bolivar, Mercedes Sosa, Che guevara, Andrés Caicedo, Ernesto Sabato, Alejandra Pizarnik, Caonabo, Recabarren, muchos más. Quisiera tener un rostro que le exprese a toda la humanidad, quisiera poder decir..."Yo pienso en ustedes y pensar y no hacer, es imperdonable. Perdóneme. Perdón."

Sabato decía que cuando alguien lo leyera, seguiría vivo en sus palabras. Todos los grandes heroes de la humanidad, tantos sacrificios en tantas guerras. Yo pienso en ustedes, y quisiera soñar, anhelar,  que están vivos...

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