La canción.
Narrador:
Una guitarra es conducida por un
río cristalino, en un bosque muy lejano, (¿o tal vez muy cercano?) un lugar que
no es uno, sino todos. Aquí pájaros de mil colores distintos le cantan al
amanecer. Los árboles bailan al compás del viento, los silencios van mucho más
de ser ausencias y la verdadera música no se encuentra en canciones sino en
miradas. En este lugar, algún lugar, cualquier lugar, mi lugar, tú lugar, los
colores tienen vida propia, con tal energía que son dueños de todo aquello que
pintan. Es un sitio “peligroso” para la razón, quien entre en este bosque puede
inmediatamente perder la cordura: su corazón podría envidiar no tener alas como
todo lo demás, hasta tal punto que intentaría salirse del pecho de la persona para volar
hacia el sol. O tal vez, los huesos bailarían tratando de seguirle el ritmo a
los árboles, aprendiendo a bailar como se hacía antiguamente, cuando éramos
iguales a los vegetales; entonces todos nuestros tejidos se transformarían en
enredaderas, semillas y flores venenosas que regarían una musicalidad
descuartizada pero bella. Poca razón le
quedaría a quien esto le pasase. O tal
vez, el altísimo egocentrismo humano se torturaría constantemente por no
entender aquél lugar, este lugar , algún lugar, mi lugar, tú lugar y el cerebro
saliera corriendo de horror, porque en este lugar, todo lugar la matemática no
existe, ni la física ni la química tienen la benditisima lógica que nos hace
máquinas de trabajo domablemente razonables, es decir , lo que ustedes
incoheremente dicen que es ser “humano”. ¡Qué curioso es este ser humano, tan fantástico,
tan divino, tan mágico en sus adentros, pero tanto más libre podría ser, más se
precipita a cuadricular, conceptualizar, ordenar, separar, dividir, aburrir,
exprimir, “entender”!
Pero tengo que volver a mi
relato, me disculparan ustedes, son muy mal narrador. ¡Cada vez que trato de
contar un cuento bonito, mi mente divaga por las mil maravillas que he conocido
desde que nací en el amplio firmamento! Y es que cuando se es hijo del viento no se
conoce los límites, se viaja a través de los siglos. Por eso, disculpen les
hablo de la misma cosa, es triste ver a estos seres humanos, que creen
aprenderse de memoria la historia y la geografía, poniendo fronteras
imaginarias, levantando muros y encerrándose en el gris de su progreso de
asfalto. (Voz en off: Ojo con la Brecha) No entienden que esas fronteras solo los delimitan a ellos, en su
histeria progresista; mientras que el espíritu de la tierra circula libremente,
todos los seres livianos andamos sin tiempo ni espacio, ni gravedad o leyes!
Tanto se han complicado por erigir miles teorías que solo tienen validez en su
pequeña mente…si tan solo supieran que para crear solo hay que imaginar, sus
leyes caerían como torres de barro. ya
la Política, la Guerra, el Amor, la Economía, nada de eso sirve realmente…y
estos graciosos seres se torturan unos a otros en nombre de la “modernidad”. No
existe tal cosa porque el pasado, el presente y el futuro son lo mismo. Ustedes
conceptualizan las cosas, les ponen características y los llenan de imposibles…
¡No, queridos seres humanos! ¡El tiempo no es una línea, sino un garabato que apunta
a mil direcciones! ¡El lugar no es uno, sino todos. El espacio somos tu y yo
bañados de eternidad!
Pero ¡si ven! Me distraje otra vez, ahora sí, contaré sin más
preámbulos mi relato.
Primer acto
Una guitarra, (Diremos una guitarra, pero si usted toca,
anhela tocar o simplemente le gusta el arpa, violin, violonchello, el tiple, el
clarinete, la bandola, el canto o cualquier instrumento musical, será como
usted quiera. La imaginación es la única regla.) ¡Ah! Y yo
sé la pregunta capciosa que se viene… ¿ Y es que la voz puede viajar por
el agua? Pues si señores! A bordo de la voz se conoce mundos tan mágicos! Pero
no puedo distraerme, o les resulto echando otro discurso larguísimo. Nuestra guitarra viajaba por el río, era una
guitarra viejísima, tanto que la conocí cuando yo era un vientico pequeño. Era
una guitarra aventurera, que sin temor, se aventuraba en los lugares más recónditos
del planeta para cantar. El agua
alrededor de la guitarra se entrelazaba en pequeños hilos danzantes, se reían
terriblemente, lloraban angustiosamente, (Voz en off: En este lugar la tristeza
y la felicidad es igual) al ver que la aventurera cargaba en su vientre a un ángel descuartizado. (Voz en off,
violentamente: Ojala fuera un mal sueño, ojala fuera un invento perverso….).
Rápidamente todos los seres livianos, desde vientos hasta hadas, desde brujas
hasta sueños, formaron un cortejo fúnebre siguiendo a la guitarra desde las
orillas del río, pero esta permanecía impasible ante los espectadores. El espectáculo
no podía ser más estrepitoso, quejas, lamentos, risas, cantos y silencios. Los
más abrumadores eran estos últimos, que llenaban el aire de una cruel
atmosfera. Los ojos del pobre ángel
estaban abiertos, mirando hacia un lugar infinito, un lugar que no era aquel ni
este, un lugar, en fin, que solo era tu.
¡Que horribles son los seres humanos! Gritaron en coro los seres
livianos. (Voz en off: Cortan las vidas por el placer de cortarlas, para que
quede en la tierra con dolores en el alma…)Solo el río podía entender las intenciones de la serena
guitarra, que flotaba tranquila en sus aguas, decidida por completo a llevar a
cabo algo inusual, algo que a todos inquietaba pero nadie comprendía. El río
sintió nostalgia, pero esto fue un egoísmo, porque realmente envidiaba a la
guitarra por proponerse a hacer un sacrificio que él a ningún precio haría. Porque
no es natural, no es como tuviera que pasar, no parece normal aquella masacre,
pero tampoco que los seres livianos tuvieran que tomar la responsabilidad por
la ceguera de los seres humanos. El río sintió nostalgia, pero fue un pequeño hipócrita
al desear que la guitarra llegara prontamente al destino que se había fijado. Y
entonces el agua dulce fluyó aun más rápido, en contra de su propia
corriente, dirigida a la Gran Montaña Blanca.