viernes, 18 de mayo de 2012

Dulce.


Aquella luz fugaz entró por la ventana,
los miembros se retorcieron feroces
ante el nombre del miedo, la crueldad temprana
del infante ya muerto.

Hay un sol oculto entre flores,
que irradia luz blanca,
una luz que incendia y envenena,
santifica y consagra.

Las puertas de mi cuerpo están abiertas,
no cabe duda que las jaulas vuelan descontroladas
con tu recuerdo, poeta deshilvanada
de realidades mortificadas.

Solo tu voz puede encarnar el silencio, enamorada.
Del fuego y la locura, del rojo ardiente
de tus palabras en la rivera del tiempo.
Regalame versos inocentes,¡Alejandra!

Yo crucificaré tu sentido en alta montaña,
donde los límites de la realidad se quebrantan.

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