domingo, 27 de mayo de 2012

La canción.


La canción.



Narrador:

Una guitarra es conducida por un río cristalino, en un bosque muy lejano, (¿o tal vez muy cercano?) un lugar que no es uno, sino todos. Aquí pájaros de mil colores distintos le cantan al amanecer. Los árboles bailan al compás del viento, los silencios van mucho más de ser ausencias y la verdadera música no se encuentra en canciones sino en miradas. En este lugar, algún lugar, cualquier lugar, mi lugar, tú lugar, los colores tienen vida propia, con tal energía que son dueños de todo aquello que pintan. Es un sitio “peligroso” para la razón, quien entre en este bosque puede inmediatamente perder la cordura: su corazón podría envidiar no tener alas como todo lo demás, hasta tal punto que intentaría  salirse del pecho de la persona para volar hacia el sol. O tal vez, los huesos bailarían tratando de seguirle el ritmo a los árboles, aprendiendo a bailar como se hacía antiguamente, cuando éramos iguales a los vegetales; entonces todos nuestros tejidos se transformarían en enredaderas, semillas y flores venenosas que regarían una musicalidad descuartizada pero bella.  Poca razón le quedaría a quien esto le pasase.  O tal vez, el altísimo egocentrismo humano se torturaría constantemente por no entender aquél lugar, este lugar , algún lugar, mi lugar, tú lugar y el cerebro saliera corriendo de horror, porque en este lugar, todo lugar la matemática no existe, ni la física ni la química tienen la benditisima lógica que nos hace máquinas de trabajo domablemente razonables, es decir , lo que ustedes incoheremente dicen que es ser “humano”. ¡Qué curioso es este ser humano, tan fantástico, tan divino, tan mágico en sus adentros, pero tanto más libre podría ser, más se precipita a cuadricular, conceptualizar, ordenar, separar, dividir, aburrir, exprimir, “entender”!
Pero tengo que volver a mi relato, me disculparan ustedes, son muy mal narrador. ¡Cada vez que trato de contar un cuento bonito, mi mente divaga por las mil maravillas que he conocido desde que nací en el amplio firmamento!  Y es que cuando se es hijo del viento no se conoce los límites, se viaja a través de los siglos. Por eso, disculpen les hablo de la misma cosa, es triste ver a estos seres humanos, que creen aprenderse de memoria la historia y la geografía, poniendo fronteras imaginarias, levantando muros y encerrándose en el gris de su progreso de asfalto. (Voz en off: Ojo con la Brecha) No entienden que esas fronteras solo los delimitan a ellos, en su histeria progresista; mientras que el espíritu de la tierra circula libremente, todos los seres livianos andamos sin tiempo ni espacio, ni gravedad o leyes! Tanto se han complicado por erigir miles teorías que solo tienen validez en su pequeña mente…si tan solo supieran que para crear solo hay que imaginar, sus leyes caerían como torres de barro.  ya la Política, la Guerra, el Amor, la Economía, nada de eso sirve realmente…y estos graciosos seres se torturan unos a otros en nombre de la “modernidad”. No existe tal cosa porque el pasado, el presente y el futuro son lo mismo. Ustedes conceptualizan las cosas, les ponen características y los llenan de imposibles… ¡No, queridos seres humanos! ¡El tiempo no es una línea, sino un garabato que apunta a mil direcciones! ¡El lugar no es uno, sino todos. El espacio somos tu y yo bañados de eternidad!
Pero ¡si ven! Me distraje otra vez, ahora sí, contaré sin más preámbulos mi relato. 


 Primer acto

Una guitarra, (Diremos una guitarra, pero si usted toca, anhela tocar o simplemente le gusta el arpa, violin, violonchello, el tiple, el clarinete, la bandola, el canto o cualquier instrumento musical, será como usted quiera. La imaginación es la única regla.)   ¡Ah! Y yo  sé la pregunta capciosa que se viene… ¿ Y es que la voz puede viajar por el agua? Pues si señores! A bordo de la voz se conoce mundos tan mágicos! Pero no puedo distraerme, o les resulto echando otro discurso larguísimo.  Nuestra guitarra viajaba por el río, era una guitarra viejísima, tanto que la conocí cuando yo era un vientico pequeño. Era una guitarra aventurera, que sin temor, se aventuraba en los lugares más recónditos del planeta para cantar.  El agua alrededor de la guitarra se entrelazaba en pequeños hilos danzantes, se reían terriblemente, lloraban angustiosamente, (Voz en off: En este lugar la tristeza y la felicidad es igual) al ver que la aventurera cargaba en su vientre a un  ángel descuartizado. (Voz en off, violentamente: Ojala fuera un mal sueño, ojala fuera un invento perverso….). Rápidamente todos los seres livianos, desde vientos hasta hadas, desde brujas hasta sueños, formaron un cortejo fúnebre siguiendo a la guitarra desde las orillas del río, pero esta permanecía impasible ante los espectadores. El espectáculo no podía ser más estrepitoso, quejas, lamentos, risas, cantos y silencios. Los más abrumadores eran estos últimos, que llenaban el aire de una cruel atmosfera.  Los ojos del pobre ángel estaban abiertos, mirando hacia un lugar infinito, un lugar que no era aquel ni este, un lugar, en fin, que solo era tu.  ¡Que horribles son los seres humanos! Gritaron en coro los seres livianos. (Voz en off: Cortan las vidas por el placer de cortarlas, para que quede en la tierra con dolores en el alma…)Solo el río podía entender las intenciones de la serena guitarra, que flotaba tranquila en sus aguas, decidida por completo a llevar a cabo algo inusual, algo que a todos inquietaba pero nadie comprendía. El río sintió nostalgia, pero esto fue un egoísmo, porque realmente envidiaba a la guitarra por proponerse a hacer un sacrificio que él a ningún precio haría. Porque no es natural, no es como tuviera que pasar, no parece normal aquella masacre, pero tampoco que los seres livianos tuvieran que tomar la responsabilidad por la ceguera de los seres humanos. El río sintió nostalgia, pero fue un pequeño hipócrita al desear que la guitarra llegara prontamente al destino que se había fijado. Y entonces el agua dulce fluyó aun más rápido, en contra de su propia corriente, dirigida a la Gran Montaña Blanca.

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