jueves, 28 de febrero de 2013

Herida.

No se puede respirar desde la herida.
No se puede escribir desde la herida.
No se puede vivir desde la herida.

Quizá, pero sin la herida.
¿Qué queda?
La nada,
El vacío.
el hastío.

Que me lastimen a muerte,
para conocer la vida.
No quiero ser más una estatua de sal,
una impresión visual,
que dice más de lo que soy,
un simple tonto.

Ausencia y deseo.

Esta terrible ausencia de dolor.
Allí esta la clave.
¿Donde están las puñaladas de la vida?
¿Donde están las aciagas decisiones del destino?

Quiero probar los venenos,
y las palabras que duelen.
Quisiera que algo me importase,
más allá de toda imprecación mística.

¿Para qué ser tan humano?
Si después de conocer el infinito,
todo es tan bello, tan delicioso...
que después de conocerlo,
solo se puede desear la muerte.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Canto muerto.



Las delicias de la negación,
florecen en mis labios.
Conocer de memoria
los placeres de la muerte.

Caerán como lluvia
las mañanas inalteradas,
y las profundas fosas
estarán llenas de esperanzas.

Hijos de la locura,
perfeccionaran sus artes
en el teatro mágico.

Hijos de la locura,
malbaratan una vida nueva,
con el mero propósito
de ver como se quema.

Aquí hay dioses de las aceras,
ninfas de los pántanos.
Hambrientas de carne,
palpitos surcando entre nombres.

Y todas las voces,
Y todas las voces.

Todas las voces
cantan en el idioma inefable,
la luz del sol es apenas
la primera señal.
Nada es real.
Nada es real.

lunes, 11 de febrero de 2013

¡Cantar!

¿Puede la ausencia ser el origen de toda presencia?
Aquí nace lo que no soy,
en el borde de la inexistencia.

Quizá haya un camino.
pero primero hay que preguntarse.
¿Hacia a donde?
¿A donde quiero llegar?

Al lugar donde la ceniza cante.
Que mi voz se desintegre,
que mi alma se queme en mil paraísos sonoros.
Para eso solo se necesita morir.

¿Entonces quiero la muerte?
Es una respuesta que ya sabía.

¿Y la música? Es una forma.
Un pájaro vuela en mi cabeza,
aletea en los bordes de mi cerebro.
Quiero perder la razón,
quiero no pensar.

Quiero comer loto.
Enloquecer

¡Y cantar!
Hasta el fin de mis días.

viernes, 8 de febrero de 2013

Caos.

¿Es una opción?
¿Es la única opción?
Quizá lo visible no es más que una mala broma.
No, ahora no lo tengo claro.
¿No son los snetidos el verdadero idioma de la esencia?

Quizá la risa, quizá el lugar inexistente,
quizá la alegría efímera antes de sumergirme en los delirios.
Las fuerzas constituyen el fin del camino, la puerta blanca.

¿Qué importa ya morir?
Ya sé que existe el infinito.
¿Qué importa ya vivir?
Ya sé que todo lazo es superfluo,
que todo tiempo es relativo,
que el sentimiento es solo un altar
como muchos otros.

¿Es el ser humano un ser fantastico entonces?
Que viva la noche, que viva el día.
Que viva lo que no es, que sea para siempre.
Mi razón es un aparato disfuncional,
un patético aderezo a mi acción salvaje.

¿Es esta la gran broma de la naturaleza?

¿Que el ser humano posea razón solo para ridiculizar su esencia animal?

Repito, la razón es una pequeña broma,
la razón es el sol que quema nuestras alas de ángel,
limita nuestra crueldad de cuervo.

Un árbol me da de beber, una fruta dulce: El silencio.
Mi piel grita por violencia.
¿Será que después de conocer la inmensidad del instante
no nos queda más que morir?

¿Cumplir el ciclo, vivir en la inconsciencia sagrada de todos los otros seres más avanzados?

Pregunto demasiado,
sabiendo ya desde mucho antes
que cualquier respuesta es equivocada.
Escribo tontamente, más se que las palabras nos hacen humanos.

La palabra no existen, el hombre tampoco.
Nada existe, nada es real, nada es preciso ni exacto.
Nada existe, a excepción del todo.

Fantasías, sueños caprichosos del dios que somos,
aquél absurdo e infantil creador que todo lo niega.

Las palabras son monstruos de la memoria,
lo primero que nos enseñan de niños
es a mendigarle existencia a las sílabas.

Las palabras son bestias y guardianes de la somnolencia,
dela verdadera y única muerte:
El encarcelamiento entre barrotes imaginarios.

Soy lo único que resta de mi humanidad,
un inmenso sentido de aversión
hacia el lenguaje y sus crueldades.

Cuando los idiomas mueran en su cruz,
podremos renacer en el jardín primo,
en la cuna mortal,
lo único que es cierto:  El caos.

viernes, 1 de febrero de 2013

Desierto. (Incompleto y sin correciones)

Supongo que está dormida. Hace muchos días que viajamos juntos por este desierto sin fin... ¿Es esta la manera correcta de empezar una historia? Espero pueda terminar mi relato.  Mi nombre es Riletihak, soy un explorador aficionado, un tipo de tonto que camina por lugares inhabitados con mucho equipaje, solía emprender mis viajes solo... hasta hace poco.  Lo que contaré aquí puede ser poco creíble, si el lector cree que miento, será su decisión personal. Yo escribo honestamente lo que mis sentidos me dictaron.

Soy oriundo de Aibmoloc, conocido mundialmente como el "mejor" lugar para hacer expedición. Los registros señalan más de tres mil doscientas desapariciones por año. Se sabe,o bueno, se supone que casi el 80  % del país esta deshabitado. Solo en los bordes fronterizos existen pequeñas aldeas... el resto, pues bien, es un gran desierto, el desierto más grande del planeta. En el año 1950 se expidió una prohibición por parte de la ALP en la que  ningún ser humano registrado en el Gran Patrimonio Mundial podía entrar en el desierto de Aibmoloc. Al parecer, en una cumbre de presidentes del ALP habían considerado potencialmente peligroso entrar en este país. Desde entonces, gracias al impulso de quebrantar cualquier ley menor, las expediciones se hicieron en cantidades exuberantes, caravanas de miles de personas viajaban hacia Aibmoloc para adentrarse en sus secretos. Era el único sitio virgen que quedaba en el planeta luego de tantas guerras mundiales, alianzas políticas y la explotación de petroleo hasta no quedar una sola gota del mineral.  La mayoría de los expedicionarios fueron detenidos por las autoridades en diferentes partes del mundo antes de llegar al país, las aduanas en los aeropuertos detenían a cualquiera que viajara a kilómetros de distancia del gigantesco desierto. Los que lograron llegar al desierto, según dicen, no volvieron jamás.

Los rumores se dispararon, mientras más personas desaparecían, mayor era la fortuna que se encontraba en Aibmoloc. Había de todo: Sirenas de arena que engullían después de hechizar con su canto, un palacio antiguo oculto bajo la tierra, genios, magos, bases militares secretas, alienigenas y por último, algo que no era difícil suponer: Bajo un desierto que nunca había sido explorado, lo único que podía haber era petroleo, por cantidades exuberantes. Las personas en las ciudades de acero soñaba con el líquido negro, como si fuera el paraíso, como si fuera el camino hacia la santidad. Explicar las precarias condiciones de estas ciudades y personas, sería una perdida de tiempo. Resumo: Ciudades negras, sin una sola vegetación, comida prefabricada, mentes prefabricadas, todas las ciudades del mundo iguales.

La ALP existe desde 2024, luego de diez años de una cruda guerra entre cientos de naciones, cuando todo parecía desembocar en una catástrofe nuclear, la organización apareció tal cual Cristo en su cruz para detener la guerra entre las naciones bajo un símbolo de paz y prosperidad: El petroleo.La verdad es que unos pocos dirigentes de ciertos países habian organizado la fachada de la guerra, los mismos que eran la cabeza de la ALP.  Las naciones se derrumbaron, las fronteras se esfumaron en el aire. Solo existía un solo dios, un solo presidente, un solo rey y monarca: La ALP y sus promesas de paz.  Obviamente, las personas creían fielmente en sus sacerdotes vestidos de trajes y sonrisas hipocritas. Reinó (y reina) la hambruna, la pobreza, la desigualdad. Pero por encima de todo la que más sufrió fue la Naturaleza. El próposito del hombre ya no era el dinero, el papel moneda existia como una formalidad. Los hombres del nuevo mundo tenían una nueva misión: Alimentar las gordas "colmenas" de ALP con petroleo. El estatus, la calidad de vida, las condiciones de salud y vivienda de un hombre se medía por la cantidad de oro negro aportado a las colmenas.  Bajo esta nueva visión del mundo hay muchos aspectos que comentar, que organizar y analizar, pero no es el propósito de esta historia. Esto, señor lector, lo sabrá usted de memoria, pues vive en este planeta, conoce el orden absurdo de la sociedad, de la forma en como controlan nuestra, tan apreciada y siempre defendida por la ALP, libertad.

Nací en una de las aldeas remotas de Aibmoloc, fronteriza con el desierto. Mi tribu, Munakhril, porque vivíamos como una tribu, lejos de las garras de la ALP, estaba formada por humanos habituados a vivir con el desierto y no con los demás humanos, nuestro idioma era totalmente diferente, no sabíamos ni leer ni escribir, eramos más animales del desierto que personas, y era claro, así nos consideraba la organización mundial. Nunca se acercaban, no les importaba nuestra forma de vida y eso era perfecto, a nosotros nunca nos importó la forma de vida de ellos.  Nuestra supervivencia era difícil para un hombre común, pero cuestión de sabiduría ancestral para nosotros.  Lo primero que aprendíamos desde pequeños era esto: Nunca ningún hombre había vuelto con vida del centro de Teloakin, el gran desierto. Los hombres de las aldeas vivirían a sus alrededores, pero nunca comprenderían su enfurecido corazón. Solo cuando los espiritus viejos consideraban que era hora de partir, se ofrecían voluntariamente a Teloakin, entrando en sus furiosas arenas hasta desaparecer. Era indigno para cualquier oriundo de Aibmoloc morir en cualquier otro sitio que no fuera en el centro del desierto.

Yo era apenas un niño cuando encontré una extranjero en un pequeño bosque cerca a la aldea, había caido en una trampa honda, en la que se había roto las dos piernas. Tenía aspecto de estúpido, y no puedo negar que pensé en dejarlo allí tirado, hasta que el sol lo devorara. Para nosotros, los Telikritok, el Sol (Paleli)  es uno de los seres más importantes de la naturaleza, por tanto puede hablar, escuchar, pensar y actuar a su placer, cosa tan natural como obvia, siendo el más potente de todos los seres. Quizá, era lo justo.
Lo escuché entonces recitar algo, no entendía, no conocía el idioma de los extranjeros, pero era algo repetitivo, parecido a una oración. Por alguna singular razón, las palabras de aquél hombre me interesaban, parecía como si estuviera resignado a morir, sintiendo venir de él una singular calma. Estaba aceptando a la muerte con paz. Eso era poco común en esos escandalosos extranjeros.

Me acerqué lo suficiente para que notara mi presencia. Se asustó al verme, pero luego recupero la tranquilidad al saberme apenas un niño. En su mirada había algo poco común. Sabiduría. ¿Pero como podía sentir ese tipo de respeto ante un extranjero? Me sentía en presencia de un chaman, como los pocos que existen en nuestras tribus. Actué rápidamente, lo saqué del agujero sin mayor dificultad y lo lleve en mi espalda hasta mi aldea.  Yo sabía muy bien, los extranjeros están prohibidos, pero si mis presentimientos eran correctos, el cacique Rihismal lo aceptaría. Una fuerte onda espiritual crecía en este extranjero.  Si por lo contrario era rechazado, hubiera sido mejor que lo dejara en ese hueco. Lo incendiarían vivo, ofreciendolo en tributo al dios Paleli, y tal vez,  también a mi, por traer un corruptor del mundo a la aldea.

Cuando entré con él cargado a la aldea, la mayoría de los guerreros me rodearon. Bastante desprecio me tenian ya, por ser un hijo de nadie, encontrado entre los árboles cuando era un bebe y adoptado por el cacique. Siempre se creyó que yo venía de más adentro del desierto, que era un demonio de la arena, un tipo de sombra encarnada en un bebé. Si no fuera por la protección de Rhismal, me hubieran sacrificado hace mucho tiempo. Ahora que traía un extranjero, era la ocasión perfecta para deshacerse de mí con el Fuego. Estaba agotado de caminar tanto con un cuerpo a mis espaldas, que por cierto, había permanecido en total silencio.  Caí rendido, mientras los hombres se acercaban.

Cuando estaban a punto de tomarnos cautivos, el extranjero pronunció una de nuestras más conocidas oraciones a los espíritus del bosque. ¿Como era posible? Todos estaban sorprendidos. Su voz era potente, capaz de congelar a cualquier hombre con una frase. ¿Quién era aquél hombre? Un fuego verde hizo un círculo de protección alrededor de nosotros. Los hombres estaban asustados, gritando: " Aquél muchacho trajo otro demonio consigo, es mal augurio. Es un castigo por tener en tierra sagrada a quien vino del desierto!" Las llamas se hacían más intensas. Las oraciones del extranjero continuaban, mientras este no parecía darse por enterado de nada. Su mirada fija al cielo lo convertía en un cadáver mágico, un hechicero proveniente del mundo de los muertos.

Rhismal se acercaba. Su presencia podía sentirse desde lejos, él era el único que podía tratar con el extranjero. Si él no lo detenía, nadie más lo haría. Era el ser más extraordinario que conocía, podía pasar horas enteras hablando con la arena, los arboles y el sol. Era el guía espiritual de todo lo que vibraba en nuestra aldea. Sus ojos negros, endurecidos por el paso del tiempo, se fijaron en la escena. Sonrió con paternal gesto, acercándose hasta donde estábamos. Recitando:

"A los bosques y la neblina, material importante para el alma de cada ser humano.
Aquí están los espíritus, aquí están las voces. La gran bendición del sol, la energía de la Madre,
 Aquí están los hijos... Mi pecho esta abierto, seré el cause de su río.
 Jaguar, poseedor del fuego. ¡Ven a mí, desgarra mis entrañas, haz el altar del nuevo día!"

Y las llamas desparecieron.  Los hombres, ahora si, valientes, se abalanzaron sobre el extranjero, pero antes que llegaran a tocarlo, la voz de Rhismal sonó como el trueno. " Deténganse  cobardes. ¿Tan sordos y ciegos están, que no pueden reconocer a uno de los cuales el dios baño en agua sagrada, al inicio de los tiempos, en la gran historia de la laguna del Khirasklo?"
Todos los hombres se detuvieron estupefactos. Era la primera vez que Rhismal se dirigía a ellos en un tono tan enérgico, y más aún, la antigua leyenda de la laguna de Khirasklo, considerados por todos como algo imposible. ¿ Existían hombres que fueron bañados en una laguna en el centro del desierto de Aibmoloc?

El extranjero calmó su furia. Dejo de orar y las llamas se extinguieron. Sus piernas estaban funcionales de nuevo, ahora estaba firme enfrente de todos los hombres. No tenía nada de amenazante en sus facciones, emanaba serenidad de su rostro. Rhismal se acercó con tranquilidad, y dijo: "Bienvenido, espíritu antiguo."
El extranjero hizo una venia y se arrodillo frente a Rhismal, besando la tierra sobre la cual estaban los pies del cacique.  Para la sorpresa de todos, de aquél lugar creció una flor, un poco oscura.  Rhismal suspendió en silencio, era una antigua forma de apresar seres vivos. Todo el terreno alrededor de la flor estaría suspendida para siempre en el río del tiempo. El extranjero era peligroso.

Yo había escuchado antes de aquél hechizo, la flor consumiría el flujo del tiempo en contados instantes. Pronto perdería a Rhismal para siempre, siendo este obligado a vagar por dimensiones intocables a otro ser.
Corrí lo más rápido posible, antes que el extranjero pudiera detenerme, arranqué la flor de un mordisco, trangandomela. Si el tiempo había de detenerse en un lugar, que fuera uno que pudiera encerrarlo entre sus huesos.  Uno de los antiguos refranes  Munakhril, era este: "El tiempo es el dios que puede devorarlo todo, menos a sí mismo."  Desde ese momento, dejé de ser humano, si es que en algún momento lo había sido.

Empecé a alucinar: El cielo se derritió suavemente en mis venas, trayendo consigo todas las luces eternas. Pude comprender todos los idiomas, todas las mentes, todos los cuerpos. Viajé desde el inicio de los tiempos, hasta el más lejano de los futuros: Había vivido toda la humanidad en un instante. Las voces comenzaron a hablar, para no dejarme más. Conocí al Fuego, quien me dio la capacidad para arder y nunca extinguirme. Me transforme en pájaro, serpiente y alacrán  Conocí el fondo de los mares, donde el más antiguo de los caciques cantaba al Espíritu: "Somos uno solo."
Todo en mi ardió. Aprendí lo imposible, olvide mi existencia para serlo todo.
Y por fin, luego de tanto ruido, de tanto conocimiento, de tanto fuego y ceniza, me abrazó un ser, el único realmente vivo, el verdadero.  El silencio.

Habitó en mi durante siglos. El tiempo había perdido la batalla, mi cuerpo lo había devorado. Un segundo puede ser entones una eternidad, un infinito. Me transformé en un colector de inmortalidades.
El silencio me enseño, fue mi maestro. Estaba en un círculo de luz. Todo lo demás era oscuridad, oscuridad sensual, no temible. Rhismal apareció caminando. Se sentó a mi lado sin decir una palabra, más yo comprendía todo: Se sacrificaría para que yo pudiera escapar. Aunque el tiempo me había apresado, yo vivía en una dimensión aparte a la realidad. Yo me negué con el pensamiento, hablar era innecesario.
Pero su fuerza espiritual era gigante, se levanto, y con un solo gesto de manos destruyó aquella dimensión. Su cuerpo era necesario, pero no era problema. Viviríamos juntos, el tiempo, las dimensiones, él y yo, en mi solo cuerpo. "Toda vida es un flujo de energías sujetas al cambio. La muerte no existe." me dijo  rompiendo el silencio. Fue la última enseñanza que me dio, antes de volverse una parte más de mi.
Era increíble, la sabiduría de un ser tan antiguo. Pude entender lo que me faltaba, el universo entero estaba a mi lado.