Personajes: Voz
narradora. Arturo.
Primera escena: Remembranzas.
Voz Narradora : El bullicio salvaje en las calles de una
Manizales maldita. Un hombre, en la esquina en la cual se separa la 21 con la
22, bajando antes del semáforo, se fuma un cigarrillo mientras ve los pocos
carros que pasan por allí a las 3 de la mañana. Al parecer esta solo, pero
entre las sombras de la noche no se sabe distinguir bien si esta acompañado o
simplemente habla consigo mismo.
Arturo: “No mentiré. He sido mil veces el mismo.
¿ Como es eso posible? Un fuerte dolor de cabeza arremete mi realidad, y no, no
señores, no es que los días existan, son realidades distintas fraccionadas de
momentos a otros que se dividen; Así no somos una sola historia dividida por el
tiempo, sino miles de historias mezcladas a la fuerza en una sola identidad.
Diran ustedes entonces ¿como se puede ser el mismo cuando a cada momento se cambia
de realidad, de estado psicológico, de momento existencial? La respuesta es muy
simple; no se puede.”
Voz Narradora: El personaje camina de un lado a otro con
las manos en los bolsillos, la mirada sombría y cierto olor desagradable de
calle del cual aun sea horrendo, uno no se puede despegar. Parece que a pesar
del frío que colma las calles, el está a gusto, en el lugar al que pertenece y
donde todo ocurre como lo cree.
Arturo: “ Conozco estas calles desde hace años. Llegamos
a vivir al Centro cuando yo tenía 3 años, un montón de hombres armados entraron
a mi humilde hogar, sucios y
harapientos; y como mil leones desnudos, se abalanzaron a destrozar todo lo que
encontraron. (Entran por un lado del escenario, vagabundos y militares que se
cubren la cara con pasamontañas. Marchan a destiempo, riéndose estrepitosamente.
En el piso, un bulto cubierto por una sábana. Algo tiembla bajo la sábana.)
Aunque yo era tan pequeño, los recuerdos están marcados como quemadura que no
deja de arder, mi madre y yo nos escondimos bajo una cama; mientras mi hermana,
que era mucho mayor que yo, se quedo en la cocina para despistarlos. (Los
hombres con pasamontañas se acercan a la sábana como animales, gruñen
instintivamente, como bestias decerebradas. De la sábana se escucha una
respiración agitada, bañada en temor. Arturo mira desconcertado la escena, como
cualquier ser humano que se desgarrá ante las imágenes de un pasado cruel. Los hombres jalan la sábana brutalmente hasta
rasgarla, y adentro de ella, se encuentra una mujer desorientada por el miedo,
que mirando hacia todos los lados, solo logra expulsar un grito entrecortado. )
Podíamos escuchar los gritos de dolor de mi hermana mientras la golpeaban, la
violaban y finalmente, la descuartizaban. Era terrible escuchar como su carne
sufría a manos de un cuchillo mal afilado, hasta dejarla hecha pedazos. ( Los
hombres, agarran a la mujer y haciendo un círculo alrededor de ella, cada uno
accede violentamente a su cuerpo. Manteles rojos caen encima del círculo fatal.
La confusión se dispersa, y cada hombre se dispone a huir, pero al dar varios
pasos lejos del cadáver, completamente cubierto de nuevo, se desmayan
lentamente hasta la muerte. Nadie sale vivo, mientras Arturo mira la escena
aparentemente tranquilo, pero con la desesperación en las venas.) Cuando
dejamos de escuchar ruido, salimos a ver que pasaba. Mi madre atravesaba por
una crisis de nervios y yo lloraba, pero aun así, logramos salir a averiguar de
nuestra suerte. Algo inexplicable había sucedido, todos esos hombres estaban
muertos. Nunca se supo como, pero mi hermana los había envenenado. Todos
estaban verdes, con una expresión de agonía merecida. Esa misma noche salimos
del barrio para no volver jamás. Mi madre logró alquilar una habitación barata
cerca a la Galería, donde pasamos días enteros sin dormir, y escasamente
comiendo lo que mi madre conseguía en las mañanas pidiendo limosnas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario