martes, 5 de junio de 2012

Sin título.

Las cadenas se habían roto, entonces aquellas bestia broto de su pecho, destrozando las costillas, los órganos y carne de su portador. Era un renacer, no tan ideal, más bien literal, real cruel y monstruoso. Su sola presencia agrietaba el suelo, condesaba el are y transformaba las paredes en vegetales, hermosos y venenosos.
Rugió como un león, y solo con esto, eliminó la gravedad en un instante. Nuestros cuerpos flotaban, pero él seguia inmóvil, solo su piel quimérica se movía, respirando por si sola, tomando no solo el aire sino la esencia de todas las cosas vivientes que le rodeaban. Mi alama se me escapaba desesperadamente, abriendo mi cuerpo desde adentro, buscando reencontrarse con él.

Las personas que estaban en el salón huyeron. Todo lo que ocurría era impactante, la realidad estaba girando al rededor de un solo punto. Nosotros. No sentí miedo, me acerqué hasta estar enfrente de tal imponente pero solemne ser. Era como acercarse al sol, me sentía fuerte, apunto de morir pero inmortal. Cuando estuve frente a frente con él, abrió los ojos, diciendo: "Yo soy tú."

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