martes, 20 de septiembre de 2011

Gato Alucinado


Hoy soy un gato alucinado.  Me paseo por los tejados como si se vaciara lentamente el zinc de las tejas en mis patas. Es fascinante perderse entre la niebla de la madrugada. Por hoy todo resulta verde y soy mas bien un gato semilla. Esta noche soy un gato alucinado. 
Soy un gato alucinado que se pasea por las aceras de la ciudad. Un borracho se me acerca y trata de acariciarme. Huele a mierda y a licor barato, huele a desamor y a soledad de la más pobre. Huele a nicotina amarga entre las venas y a la tristeza de nunca haber sido nadie en la vida. Es demasiado pesado para mi asi que me alejo apenas me acerca su mano sucia. El borracho se sienta en una silla con su mirada perdida y su constante vaivén enfermo. Tal vez vomite y duerma para ver el cruel y hermoso amanecer que se avecina. Tal vez.
Camino por los barrios en que los segundos están pintados de terror. Tal vez disparen sin misericordia a todo lo que se mueva.  Los niños están asustados pero aun así juegan entre la noche para sonreir. Las balas no pueden matar la alegría fugaz de un niño demente. Los niños dementes y los gatos alucinados tenemos pájaros blancos en los ojos. ¿ Quien mata pues los lirios locos de la infancia y la felinidad alucinógena?  
Y yo gato alucinado, soy puro dolor físico y extasis mental. Y mis garras desgarran el Mundo hasta hacerlo correr y llorar. Soy puro dolor físico y extasis mental.
Mi instinto felino es milenario. Tal vez. Solo tal vez. No, quizá. Si, Quizá. Quizá llevo andando miles de años en esta ciudad que nunca cambia y nunca muere.  Quizá no solo soy un gato alucinado sino un gato ciudad. Y quizá, tal vez. Quizá tal vez sea el humo que corre a través de los callejones. Y como humo venenoso me meto lentamente en las ropas de la gente que no piensa, y me le pego a la piel a muchachas tristes con poemas rotos. Yo creo que los poemas rotos tienen una garganta seca. Por eso me meto bien adentro de los poemas rotos hasta llenarlos de gato alucinación psicópata. Tal vez asi duerman un poco más vivos. Poemas rotos y muchachas tristes. Y mis bigotes verdes. Mis bigotes verdes…                                                Hoy soy un gato alucinado.  Y feliz. Fatalmente feliz.
Salto de ventana en ventana espiando. A través de los vidrios y espejos busco rostros que sean lo suficientemente buenos para un ritual rápido. Ustedes no entenderán muy bien, pero un ritual rápido es mucho más crucial que uno lento y cuidadoso. En un ritual rápido se arriesga la vida y se reta la muerte, se besa el placer del  peligro en los huesos y el fuego sagrado de romper el tiempo. Tal vez no lo entiendan. Nunca entenderán la lógica felina alucinógena. No importa.
Hablo con los reflejos en los vidrios. Hablo con prostitutas, hablo con soñadores, señores de casa y devoradores de flores. (Aunque muy poco los saben, la mayoría de sus reflejos, si , de los reflejos de todos ustedes, devoran flores.)  Nada lo suficiente para un ritual. Mi hambre rapaz aumenta. Soy un gato capaz de cualquier cosa mientras no me vean. Y soy invisible si quieren. Soy una sombra suave que muerde en silencio.  
En un reflejo pasajero, casi imperceptible, me encuentro una muchacha con incienso entre las venas. Labios de marfil venenosos. Ojos llenos de ilusión parecidos a esmeraldas que ríen. Y piel mucho más suave que la piel normal, como un tejido hecho de sueños azules. La bestia llena de alma que hay en mi despierta salvaje, y como un relámpago la cojo entre mis brazos …Mis brazos? Brazos humanos? Brazos humanos. La beso suavemente y ella no pone resistencia. Ella no puede escapar de mi hechizo de gato alucinado. Yo soy la ciudad en la que ha vivido siempre y soy la suciedad pura que corre por su sangre. Soy el brillo maldito de sus ojos. La beso suavamente.    Con una sola mano le arranco una costilla. Aunque sangra desmedidamente ella no sufre. Esta atrapada entre mi mirada felina –universo. Le arranco uno a uno sus huesos hasta dejar un espacio suficiente para dormir. Miro nuestro reflejo y no me reconozco. Tengo dos piernas, dos brazos, un rostro desfigurado. Unos ojos ansiosos.  Ya la he destrozado suficiente. Me acerco lentamente cerca a su corazón y me acurruco en sus adentros. Duermo allí como un Gato alucinado.

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