El Anciano se acercó con una palabra en la boca. Vio
entonces todo lo que le rodeaba. Un sol negro, un final. Contó los pájaros
azules que nacían bajo sus brazos. El anciano había sido capitán de pequeños
barcos que atravesaban el océano pacifico. No había conocido nada más que el
mar y los puertos; ahora, en el final de su camino, huía de estos sitios para
siempre para esconderse en lo más profundo de una alta montaña, en los fríos
Páramos de los Andes, para ver el cielo desde más cerca. Estaba cansado, de su
piel brotaba una tonalidad exageradamente azul, por el mar, que aun tan lejos,
lo marcaba.
El viejo capitán soltó unos versos al aire, supuso que ni el
verde del pasto que lo rodeaba ni la blanca claridad de la niebla los entenderían,
pues él tampoco lo hacia. Echó un suspiro y se acostó la tierra…
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