miércoles, 28 de septiembre de 2011

Suspiro.


El Anciano se acercó con una palabra en la boca. Vio entonces todo lo que le rodeaba. Un sol negro, un final. Contó los pájaros azules que nacían bajo sus brazos. El anciano había sido capitán de pequeños barcos que atravesaban el océano pacifico. No había conocido nada más que el mar y los puertos; ahora, en el final de su camino, huía de estos sitios para siempre para esconderse en lo más profundo de una alta montaña, en los fríos Páramos de los Andes, para ver el cielo desde más cerca. Estaba cansado, de su piel brotaba una tonalidad exageradamente azul, por el mar, que aun tan lejos, lo marcaba.

El viejo capitán soltó unos versos al aire, supuso que ni el verde del pasto que lo rodeaba ni la blanca claridad de la niebla los entenderían, pues él tampoco lo hacia. Echó un suspiro y se acostó la tierra…

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