jueves, 26 de julio de 2012

Los labios sangrantes.

Hay mentiras tan sinceras, que labios sangrantes pueden enternecer al decirlas. Una noche como estas, como cualquiera, se apareció ese animal, ese maldito animal en mi cielo. Tenía brazos de mujer, patas de león, alas de colibrí. Una mirada de ángel. Hay mentiras tan sinceras, hay mentiras tan sinceras. Los ángeles siempre me han trastornado, siempre me han gustado. ¿Es posible vivir así?  Aquella quimera, que me visitaba con algún propósito, para mi desconocido, se acercaba bañado en sensualidad monstruosa.  Respiraba  dificultosamente, pero algo en su movimiento desprendía una seguridad repugnante.

Hay mentiras tan sinceras, que hace falta morir, que hace falta plantarse de pie al universo, hacerlo crujir y entristecer. Luego cortarse los labios, besar con sangre el espíritu inocente del niño.
¿Cual niño?
Ese niño.
Ese fatal infante.
Que crea, destruye, me corrompe, me clava acero, me hace tomar azufre con jugarretas infantiles.
Ese niño, que me corta los labios.

Ese fatal infante, el que ríe en las oscuridades de la nada...

Dios.

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