domingo, 1 de abril de 2012

Capitulo 2. Fragmento 2.

Estaba allí, cuando la noche llegaba a su fin. Mi forma no había vuelto a su normalidad, los ríos se fugaban de mis adentros, inundando todo lo que estaba a mi alrededor. Si continuaba así, prontamente las calles se verían convertidas en ciénagas, pues de estos que fluían de mí, fluian animales y vegetación que se apropiaban del lugar. En el corazón, aquél lirio dorado, aquella metamorfosis de esa niña a quien le di una existencia nueva. Los dioses del mar continuaban llamándome, desde sus moradas oscuras, con cánticos indígenas. La música que nacía del mar llegaba hasta mí, desestabilizandome aún más.   Un dolor agudo atacaba mi núcleo, mi cerebro, mi espíritu. Podía sentir como todos los árboles morían de tristeza, por el humo, por la indiferencia, por la crueldad humana. Ellos ya no cantaban ni bailaban ante las praderas, el sol ya no sonreía, brillaba ya por obligación; la crueldad, la crueldad. La violencia. Estaba tan confuso, tan mareado...caminaba a través de la ciudad sin contar las horas, tratando de sobrevivir el mero hecho de respirar en un lugar tan negro, tan sucio, tan contaminado. El mar, el azul. Si no llegaba hacia él no podría soportar más, pero no sabía donde me encontraba, mi existencia crecía hacia límites insondables. Mis ojos eran águilas, mi boca una cascada de fuego, mis oídos eran rocas de todo tipo de minerales. La plaza del los caídos, asi se llamaba la plaza principal de el sector pobre de esta ciudad, apenas llegue allí, un grupo de casi veinte policías estaba golpeando a un grupo de mendigos, a quienes les tenían prohibido dormir en el parque. Fue el punto clímax de mi transformación, mi furia hacía más rápido el proceso en el que me sumía. De mi vientre se gestaron lobos, leones y halcones, bañados en el frenesí de mi existencia asaltaron los policías salvajemente, y no eran seres ajenos a mí mismo, era yo quien mordía, quien despedazaba, quien se fortalecía de su sangre y vísceras. Todo lo que arrancaba se mezclaba en mi interior,purificando la carne humana y transformándola a un estado vegetal. Por encima de todo, la violencia se apoderaba de mí, porque era mucho el daño que infligido, era mucho el dolor de la Madre por causa de el error evolutivo al que llamamos humanos. La música, igual que los ríos, fluía de mi ser, cubriéndolo todo. Y la Música, aunque ningun ser humano lo creía realmente, la música era la fuerza más potente de toda la naturaleza, su dominio eran las frecuencias y las frecuencias podían manipularlo todo. La existencia misma del Espíritu de la Naturaleza estaba conformado por frecuencias, estas eran el lenguaje del universo para ser. Todo lo que existe vibra ante las frecuencias. ¿Hasta que punto puede un cuerpo físico aguantar una vibración? Y entonces, destrozados por el idioma de la naturaleza, serían depurados hasta su estado más puro, para que la Madre los recibiera con alegría, empezando un nuevo ciclo.

La música entonces, la música brotaba de mí, acabando con todo, recreando la realidad.

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