sábado, 9 de julio de 2011

Blues amargos para la tristeza

Blues amargos para la tristeza

Derepente empezó You make me real de los Doors. El piano contento y la voz de Jim alzándose como dirigiendo un baile de negros alucinados. La canción cayó como una mezcla extraña de energía exuberante mientras las personas en el bar sudaban tristeza de esa caliente, de las con las que se pueden rozar pieles y embriagarse el alma con una sonrisa, pero aun así seguir con ese parasito en la espina dorsal, en los ojos, en las palabras llenas de verdades que hieren.

El señor, viejo, malgastado, con una sonrisa de perdedor sin nada que perder, exclamo: Blues amargos para la tristeza. Yo le pasé una cerveza, en ese momento, no tenia bien claro si era un gato o una persona. Tenia el tedio de la historia contextualizada de mis bigotes y esta vez me pesaba. Tal vez no tanto como para no aguantar la noche, pero me hacia latir las venas de una forma repulsiva, y casi, por poco, estuve a punto de vomitar pedazos de mi pasado. Me estaba matando de aburrimiento a mi mismo, pero no importaba. La música fántastica se mezclaba con la tristeza y le susurraba a uno que la muerte estaba en la vuelta de la esquina, que como a las prostitutas, solo era pagar un precio muy bajo para poder ver la poesía pisoteada de su alma.

Quise coquetear con la muerte, meterle un poquito de nubes en los ojos sin que me alcanzara con su beso inmortal. Pero no, la música se empezaba a poner buena. La verdad que era que estaba triste, pero era una tristeza infatigante, que me llenaba de ganas de salir y comerme al mundo, respirar el aire frío de la noche y volverme uno con ella. Blues amargos para la tristeza.

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