sábado, 9 de julio de 2011

La tribu esta sedienta.

La tribu esta sedienta. Todos nos miran silenciosos, sus máscaras impenetrables y sinceras nos revelan su lujuria cósmica. Aquí comen estrellas y corazones.

Dormía con sus ojos abiertos y me miraba. Sus ojos expresaban contener todo un cosmos que brillaba como fuegos artificiales. Ahí sentado, con sus rasgos felinos y su sombrero, se veía bastante pequeño pero era un hombre bastante alto, igual su grosor, parecía ser bastante delgado pero en su totalidad era bastante ancho. Lo que ocurría es que sus dimensiones no eran normales, sino que podía desplegarse físicamente todo lo que él quisiese, porque para él la realidad era un juego y la infinidad de sombras que moldeaban su rostro eran sombras con un toque místico, pero burlón. Como las de un payaso come universos. Yo solo atinaba a quedarme quieto, porque esos ojos de mago me paralizaban voluntariamente. Cuando entré a esta habitación él solo era un gato.

Sus ojos empezaron a hablar, pocas veces, pero muy pocas veces, en lo que llevo de vivido, había visto hablar ojos, pero esta vez fue una sensación muy fuerte, porque las palabras venían enredadas en colores como algas de mar. En mi cabeza sonaron sus palabras que eran más bien como pintura de oleo mezclada con distorsiones sonoras, para terminar siendo una melodía clara, juguetona y sensible.

Sus ojos hablaban de sus aventuras en islas lejanas, donde habitaban pequeños seres del mar. Estos bailaban y cantaban en la arena mientras los golpeaban las olas. Me contaba que allá aprendió a cargar música entre los bordes del sombrero y los labios. Y que Cada vez cada 3 segundos, es decir, mucho, mucho tiempo para estos pequeños seres, uno de cada uno se enterraba entre la arena hasta morir y despertaba otra vez con un ritmo diferente, con un son violento que removía los huesos cuando se metía en el cuerpo de los demás. Y cuando todos los pequeños seres de la isla lejana se metían en la piel la nueva música de la arena, todos se dirigían al fondo del mar para besarle entre corcheas locas los recuerdos al océano.

Me contó que llego aquí una mañana de lunes azul claro, que llegó hasta por aquí embriagado en euforia eléctrica y baterías salvajes. Había andado toda la ciudad y justo! Las aceras estaban tocando rock n’ roll y los postes cantaban con sus dientes de azúcar como locos. Y él, Gato bien alucinado y delirante se paseaba por las avenidas naranjas lleno de alegría. ¿Quién no pues? Y sus ojos hablaban de esto con una energía mágica. Que saltaba de tejado en tejado con canciones de los Beatles, gritando a todo pulmón Come Together, tejados gritando a todo pulmón, dame revólveres calientes yo pongo mi mano en tu gatillo y sabes que nada puede hacerme daño. Gato Alucinado y música y luces. Y esas últimas palabras bañadas en oleo caliente de sus ojos dormidos y excitados me aturdían. Ese lunes, decían sus ojos, ese lunes había magia en las calles, que eso sí, camino entre miles de labios y cabelleras esa noche, no solo cosas hermosas, sino cosas que contaban secretos de llantas quemadas y lunas poéticas. Y muchas miradas perdidas, muchos silencios guardados, muchos gritos. Euforia, y Euforia y Euforia. Y todas estas palabras que contaban sus ojos tenían un azul intenso mezclado con un color a ronroneo de gato milenario.

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