sábado, 23 de julio de 2011

Encuentro.

Lo encontramos en la sala de estar. Según comentan, llevaba por lo menos diez años sin moverse de allí, inmutable, sin comer nada, casi sin respirar. Seguía en la misma posición, con la piel rasgada por los años, con ropas malgastadas y los zapatos rotos. La primera imagen que tuve de él fue de espaldas. Temblé cuando sentí que respiraba. Seguía en la misma posición, según comentan, hace 10 años. Aferrado a su guitarra, ardiendo en vida. No había comido nada en todo ese tiempo pero aun sobrevivía. Tocaba notas extrañas, repitiendo siempre dos o tres sonidos sin variar. Por lo visto la guitarra estaba vieja y muy desafinada. Todos estábamos completamente paralizados cuando entramos, pero él estaba de espalda y seguía completamente concentrado en su “música”. Solo se escuchaba su respiración y sus tres notas invariables. La misma habitación tenia un aliento a algo bastante viejo pero con una presencia mística en ella. Llena de Espiritu salvaje. Ninguno de nosotros se atrevía a hablar ni moverse. Ya no era algo humano, era un tipo de Bestia Inmortal. Algún tipo de fantasma de Carne. Su presencia amordazaba todo en la habitación. Eramos presas de su mera existencia, y aun así el parecía no darse cuenta de que estábamos allí. Yo fui el único que me acerqué, y rápidamente, (concentrado en moverme y tratar de no ver) me puse enfrente.
Me sorprendió apenas lo vi. La guitarra nacia de su vientre y no tenía cuerdas. No sabría distinguir si la guitarra era completamente de carne o de madera. Él tenia puestas sus manos en el aire, muy cerca a la guitarra, y podía jurar, aunque no puedo explicar como, de que él estaba tocando el instrumento. Se escuchaban las notas, y cada vez aumentaban su volumen…. Estoy seguro. Estoy Seguro….pero sus manos solo tocaban el aire.
Lo observe y el aun no parecía percatarse de que yo existía. Me agarro un dolor insoportable en el alma. No podía aguantarlo. Necesitaba verlo a los ojos. Algo extraño me empujaba a querer ser una nota más de las que tocaba, nada más que un sonido, para siempre. Estaba hechizado. Lo miré al rostro. No era humano. Era algo más. No era un dios ni un hombre… Era más allá. Todo mi ser se concentro en su música, en su grito armónico. Y entonces, El abrió los ojos y me miró. En ese instante me beso la muerte.
Pero no llegue a morir. Me había convertido en algo diferente... Y sonaba duro. Y me regaba por toda la tierra. Ahora era parte de la música que Él tocaba.

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